Cuatro pilares eran
los que, con fuerza, la sostenían.
Uno desapareció,
porque así lo quiso la vida.
Los dos que se cimentaron
sobre tierras movedizas,
sus anclajes acabaron cediendo,
y los pilares se hundieron
dejando su vida vacía.
El mundo le pesaba demasiado,
sus fuerzas mermaban día, tras día.
Decidió aferrarse...
a unas pequeñas astillas
desprendidas de los pilares
a la vez que se caían.
Hoy las luce orgullosa,
ya que constituyen para ella,
su más valiosa reliquia.
(Rosa Estorach)
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