Aquel día...
se le desgarró el alma,
fue la primera vez,
él rogó y rogó que le perdonara,
y llorando, le juró...
que no lo volvería a hacer.
Más la huella del dolor
quedó...impresa,
como si de un tatuaje se tratara...
marcando su delicada piel.
Aún así...le creyó,
una y otra vez,
hasta que el amor...
se tornó miedo,
y el miedo...no entiende
ni de súplicas ni del querer.
(Rosa Estorach)
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