¡Dios! ¿Dónde estarán?- Se decía malhumorado.
- Pero si mi mujer los puso aquí, estoy seguro, joder… es que me daba de tortas… el tiempo se me echa encima, ella está a punto de volver, no puedo soportarlo más.
¡Ah! ¡Ahora recuerdo! la última vez que los vi los tenia mi sobrina, los cogió y recuerdo que mi mujer le regañó, pero… ¿dónde los pondría? –
Desesperado, como si la vida le fuese en ello, zarandeó todo el armario y… - ¡Por fin! ¡Aquí están! menos mal, menos mal, menos mal... no podía soportarlo más, ¡Pero qué maravillosos son! - Mirándolos casi con devoción, se los colocó con tanto mimo… que era como si estuviera saboreando un rico helado; se miró al espejo y se maravilló de la imagen que se reflejaba, una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro, aquel vestido no le hubiese favorecido de no haber encontrado esos preciosos tacones rojos.
1 comentario:
Hola Rosi, escribes muy bonito, yo hace mucho tiempo que te visito, desde que Isabel me dijo que tenias un blog. Gracias por hacerte seguidora mia. Saludos.
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