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sábado, 18 de enero de 2025

ESPERANDO A LOS REYES MAGOS

Se levantó al amanecer, corrió hacia la chimenea de la que pendía un desgastado calcetín que ella misma se encargó de colgar, la niña buscó en su interior pero lo hayó vacío, las lágrimas afloraron a sus bellos ojos mas sus labios no emitieron queja alguna. Su madre la observaba con discreción entristecida por el doloroso desencanto que había sufrido su pequeña.

—Mami, ¿he sido mala?
—No, cariño, ¿por qué preguntas eso?
—Los Reyes no me dejaron nada en mi calcetín.
La madre sintió una fuerte punzada en su pecho, no sabía como decirle que a penas tenían para comer, pero aún así se le ocurrió una idea para que su hijita no sufriera, y cogiendo el calcetín metió la mano en él y con cara de sorpresa le dijo:
—A ver...ya entiendo lo que ha ocurrido, ¿ves este pequeño agujero? Pues seguro que por aquí se les salió el regalo, es posible que esté cerca de casa.
—¿Por qué no me di cuenta de que el calcetín estaba roto?
—No es culpa tuya, cariño, yo lo guardé en tu cajón sin haberlo repasado cuando lo lavé, pero ahora vamos a buscar las dos en la calle para ver dónde ha podido caerse.
Salieron a la calle, buscaron por todos lados sin encontrar, lógicamente, nada. Volvieron a casa y la niña seguía muy triste, su madre intentó consolarla.
—No estés triste, en la noche, los pequeños ayudantes de los Reyes recogen todos los calcetines, los llevan a la carroza y allí comienzan a llenarlos, es posible que se saliera el regalo en la carroza de ellos, y si es así...seguro que vuelven a traértelo.
Se le iluminó la cara y sus ojos comenzaron a brillar.
—¿Tú crees, mamá?
—Yo creo que sí, por eso no estés triste, vamos a esperar a ver que pasa, ¿de acuerdo?
—Vale.
La madre quería ganar tiempo, no sabía cómo iba a arreglar la mentira piadosa que le había echado a su hijita. La mandó a dormir ya que era tarde, y ella salió a tirar la basura, pensó que mañana sería otro día y tal vez se le ocurriría algo.
La calle estaba muy oscura, no se veía a nadie deambulando, sólo el olor que salía de las chimeneas del barrio impregnando el aire y el sonido lejano de los ladridos de los perros, pero cerca de ella oyó un sonido que hizo que detuviera sus pasos, era el maullido casi imperceptible de un gato, no podía verle, pero por el sonido suponía que se trataba de un gato muy pequeño, quizás estaría con su madre o igual lo habían abandonado, corrió a su casa por la linterna y enfocándola hacía el lugar de donde salían los maullidos comprobó que se trataba de un pequeñín blanco, estaba sólo y parecía hambriento, mirándolo se le ocurrió una idea. Lo llevó casa, le puso un cuenco con leche que apuró en poco tiempo, cogió una caja de cartón y la forró con un trozo de tela que guardaba y metió el gatito en ella, el animal harto con la leche se quedó dormido, ella lo miraba e inmediatamente se puso a escribir una nota: "Querida niña, somos los Reyes Magos, hemos visto que eres muy buena y que estás triste porque has creído que nos hemos olvidado de ti, pero no es así, es que el regalo que te hemos traído merece un trato especial sólo podemos entregárselo a los niños que son cuidadosos como tú, por eso te pedimos que lo trates muy bien y él, a cambio, te hará muy feliz".
Cogió la caja y la puso a los pies de la cama de su hija y junto a ella, la nota.
Había amanecido, los rayos solares iluminaban la humilde habitación, la niña despertó al oír los maullidos del gato y corrió hasta la caja, su cara irradiaba luz, era tal la alegría que sintió al ver al animal que no se percató de la nota, llamaba a su madre gritando y muy nerviosa, saltaba de alegría pero no se atrevía a cogerlo, era tan pequeñito que temía hacerle daño. Su madre acudió corriendo al oír sus gritos, reía satisfecha al comprobar lo feliz que era su niña...
—¿Y está nota?
—No sé, no la había visto.
La leyó y su cara se volvió roja de la emoción.
—¡Mamá! ¡Es de lo Reyes! Tenías razón, no se han olvidado de mí.
Estaba tan emocionada que se abrazó a su madre con tanta fuerza que las dos cayeron en la cama sin parar de reír, y desde aquel día fue la niña más feliz de su barrio, y el gatito aún más, porque había encontrado un hogar.
(Rosa Estorach)